Oro en el cementerio digital
Technical Asset Managament (TAM) se llama la empresa de John Godfrey. Pero, en realidad, esta firma británica (Administración de Activos Técnicos, en castellano) es lo más parecido a una compañía de servicios funerarios para computadoras que existe.
Aquí llegan cada año 100.000 PC supuestamente muertos. Se comprueba, en plan forense, si los aparatos en cuestión son puros cadáveres informáticos o si, por el contrario, aún les queda algún soplo de vida en su interior.
Si es así, se realizan delicadas operaciones quirúrgicas y trasplantes de órganos para salvar a los cacharros agonizantes. En caso de haber fallecido, son enterrados con todas las garantías sanitarias. "En el mundo hay muy pocas empresas como la nuestra", dice, visiblemente orgulloso, John Godfrey, director de ventas de TAM.
Y lo que hacen en esta compañía de Welwyn Garden City (Hertfordshire) es absolutamente excepcional.
Los muertos van al cielo. Pero, cuando un ordenador sucumbe, no es raro que vaya a parar con todos sus componentes a un oscuro rincón del lavadero. O que sea abandonado, con premeditación y alevosía, en un callejón poco iluminado. O que acabe sus días criando telarañas y polvo bajo una mesa de trabajo. O que termine despedazado en un basural, contaminando el suelo con su plomo, mercurio, cadmio y cromo, algunos de los elementos altamente tóxicos que esconden en su interior.
Oro y plata en la basura.
La catástrofe que anuncia este directivo se sustenta sobre datos incuestionables. Los ordenadores, además de oro, plata y alumino, contienen metales pesados que pueden resultar muy peligros para la salud de los seres vivos: los tubos catódicos, por ejemplo, guardan plomo en su interior; los sensores y algunos conectores esconden mercurio y los semiconductores y detectores de infrarredes están hechos con cadmio. Si el suelo resultara contaminado con alguno de estos materiales, lo normal -advierten los ecologistas- es que las plantas y los animales se viesen afectados y, en última instancia, los seres humanos que se alimentasen de ellos. Grábelo en su disco duro: cientos de miles de ordenadores acaban bajo tierra cada año.
Ahí están los datos de TAM, su compañía. Cuando la empresa nació en 1994 era solamente una pequeña oficina situada encima de una tienda de golosinas. Hoy ocupa una superficie de 10.200 metros cuadrados.
"Es muy sencillo. Una empresa renueva su flota de ordenadores y no sabe qué hacer con los anteriores. Nosotros los recogemos y, si se pueden arreglar, lo hacemos, asegurándonos de que en su memoria no va a quedar ni un solo dato de su antiguo propietario.
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