El exceso de embalaje, dañino para el medioambiente
El embalaje de los productos de consumo suele ser una técnica de marketing, un plus de seducción que provoca las ganas de comprar.
Incluso si se utiliza de forma abusiva, los fabricantes se muestran reticentes con la idea de reducir el embalaje de sus productos.
Mientras tanto, el medioambiente lo paga caro, y los consumidores también.
Si algunos productos deben ir embalados eficazmente por razones de conservación, otros sin embargo, son totalmente superfluos y sólo suponen un enorme gasto y desperdicio.
Conviene pues distinguir tres tipos de embalaje:
- El embalaje de venta: se trata del embalaje que garantiza la conservación del producto, destinado al consumidor final, por ejemplo la lata de conserva o el vaso del yogur.
- El embalaje agrupado: la segunda capa de embalaje, sirve para agrupar varios artículos.
- El embalaje de transporte: su papel es el de proteger y facilitar la manutención del producto.
El exceso de embalaje pretende mejorar la protección del producto o mejorar el impacto visual.
Este embalaje suplementario no es necesario y no tiene una función de conservación.
Los industriales añaden un embalaje de cartón suplementario para facilitar la identificación visual de la marca y desmarcarse de otros productos de la competencia.
La fabricación de estos embalajes requiere mucha energía y materia prima.
Las consecuencias son la producción de gases de efecto invernadero tanto para el transporte como para el tratamiento final. Los embalajes representan el 40% del peso de los residuos.
Los embalajes que se escapan a la selección terminan en la incineradora, añadiendo más contaminación.
Reduciendo los embalajes, se ahorrarían 65 kg por habitante en un año.
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