Bioplásticos, una alternativa al petróleo que pide paso
Francia quiere convertirse en el primer país en desterrar las vajillas de plástico de un solo uso derivado del petróleo. El gobierno francés pretende que el 40% de estos utensilios de usar y tirar (vasos, platos o cubiertos) se fabriquen con un 50% de materiales biológicos, como el almidón de maíz u otros, para el año 2020 y un 60% en el 2025. ¿Pero es posible empezar a prescindir de los plásticos derivados del petróleo?
Los bioplásticos fabricados a partir de productos vegetales están haciendo una tímida aparición en el mercado mediante productos derivados de la celulosa del maíz o la papa, entre otros. No obstante, están en marcha numerosas líneas de investigación para transformar plantas, subproductos vegetales, algas y restos vegetales en plásticos biodegradables.
Actualmente, se estima que sólo un 1% de los vasos de plástico se reciclan. En Francia se tiran anualmente unos 5.000 millones de vasos de plástico, unos 150 vasos por segundo.
Con ellos se podrían construir verdaderas pirámides de residuos. No es extraño que este tipo de desperdicios se hayan convertido en el símbolo de la contaminación y la enorme huella ecológica que dejan en el planeta y sus mares.
Son precisamente los puntos débiles del plástico los que han hecho que algunos sectores de la industria hayan empezado a explorar cómo obtener nuevos materiales de fibras vegetales.
La presencia de los bioplásticos puede apreciarse en el mercado, aunque de manera muy modesta y simbólica. En este sentido, el poliácido láctico (PLA), que se obtiene a partir del almidón del maíz, de yuca o caña de azúcar, es uno de los materiales con propiedades semejantes al plástico convencional PET que se abre paso con un mayor uso.
La empresa Nupik, de Polinyà (Vallès Occidental), fabrica y comercializa vasos y platos biodegradables y compostables (que se degradan sin dejar rastro).
Los platos están hechos con celulosa de papa o caña de azúcar y los vasos se producen con poliácido láctico (PLA) obtenido a partir del maíz. “Los vasos producidos con PLA tienen una visualización agradable gracias al material; el único punto negativo es que no soporta el calor, y a partir de los 40 o 45 grados sufre deformación”, explica Joan Ramon Pinosa, director comercial de Nupik.
El café, normalmente, se sirve a 60 o 70 grados; así es que si se quiere ser respetuoso con el planeta usando estos vasos habrá que conformarse con tomar las bebidas frías.
Nupik usa la materia prima (PLA) de Nature Works, un multinacional pujante en esta actividad. Pinosa resalta que las vajillas biodegradables cuestan entre un 50% y un 100% más que las que se fabrican con derivados del petróleo, con lo que la demanda de estos artículos biodegradables es baja. La empresa destaca que estos materiales pueden ir al contenedor de basura orgánica.
Ya hay en el mercado productos para envasar fruta, sándwiches u otros alimentos hechos con poliácido láctico (PLA). El problema es que, por ahora, sólo son aptos para alimentos de vida útil corta, pues no son tan eficaces frente a los gases como los plásticos convencionales.
“Si se quiere envasar carne en bandeja o un producto más sensible al oxígeno, el uso de estos materiales presenta más inconvenientes”, explica Susana Aucejo, directora de I+D del Instituto Tecnológico del Embalaje, el Transporte y la Logística (Itene). Por eso, señala, “estamos investigando el diseño de bandejas para producto fresco, como carne, desarrollando nuevos materiales que sean capaces de mejorar, entre otras, las propiedades físico-mecánicas, térmicas y de barrera de los envases y embalajes”, añade Aucejo.
ITENE lanzará al mercado, junto con fabricantes de envases, diferentes modelos de una bandeja para pechuga de pollo, una botella para agua y un tarro para miel hechos con PLA y un aditivo destinado especialmente a soportar el ciclo de distribución manteniendo intactas las propiedades del producto. El material PLA procede de cereales como el maíz ricos en almidón, pero también puede obtenerse con azúcar, por lo que pueden servir para su fabricación subproductos de la industria alimentaria y residuos de procesos (empresas de zumos, fruta cortada, pieles de tomate, restos que van a la basura). Los azúcares pueden ser una gran fuente de producción de bioplásticos, resalta Aucejo.
En horticultura, ya usan plásticos acolchados biodegradables. Estos suelen proceder de almidón, celulosa u otros polímeros naturales (y también hay algunos derivados del petróleo). “Estos bioplásticos evitan generar un residuo al final de su vida útil, no hay que devolverlos al sector industrial y su biodegración permite que los microorganismos del suelo los utilicen como alimento, por lo que se reincorporan a los ciclos naturales y agrícolas”, dice Lluís Martín-Closas, investigador de ecobiotecnología agraria en la Universitat de Lleida. El mayor coste de este material se compensa con el hecho de que no hay que pagar la gestión de los residuos plásticos convencionales.
Mientras, el sector de los plásticos tradicionales está dispuesto a plantar cara a la competencia. “Los plásticos también pueden ser biodegradables. Se busca que tengan el menor impacto, y sólo suponen el 4% de la producción del petróleo. Los productos renovables no son la panacea; pueden ser insostenibles si entran en colisión con la producción de alimentos”, destaca Jordi Simón, director técnico de la Asociación Española de Plásticos Biodegradables Compostables(Asobiocom).
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