La energía oculta en el hielo, un grave peligro ambiental
Aunque sea bonito soñar, la energía del futuro podría no ser verde ni proceder de fuentes renovables. El adiós a los combustibles fósiles no significa que, necesariamente, vayamos a decir hasta nunca a otras alternativas no menos contaminantes. Un claro ejemplo es el hidrato de metano, una gran reserva de energía que se encuentra en las profundidades del océano.
Las necesidades energéticas acucian, y por mucho que las políticas verdes vayan avanzando de forma importante en muchos países, todavía se trata de un movimiento incipiente. En realidad, cruda y triste realidad, los combustibles fósiles son los reyes del mambo, y encontrar otras fuentes de energía baratas siempre es una tentación a la que sucumbir es tremendamente fácil.
El hielo inflamable o hidrato de metano es uno de los más firmes candidatos a tomar el relevo a los combustibles fósiles. O, tanto se da, a complementarlos mientras éstos sigan sin agotarse.
¿Qué es el hidrato de metano y dónde está?
El hidrato de metano tiene un aspecto similar al hielo. Se trata de un sólido cristalino constituido por moléculas de gas metano que se encuentran encerradas en una especie de una malla de moléculas de hielo.
El hidrato de metano adopta la forma de sólido cuando estamos a bajas temperaturas y hay presiones altas, justo unas condiciones relacionadas con el fondo marino en las áreas de permafrost. Será ante un cambio de presión y temperatura cuando los fragmentos de hidratos se derritan rápidamente, convirtiéndose en metano y agua.
Por lo tanto, cuando se extraen los trozos de hielo del fondo marino éstos se inflaman si acercamos una llama. Con la particularidad de que el potencial energético es muy alto, ya que en la superficie se multiplica el volumen de gas obtenido.
Poder obtener grandes cantidades de energía no solo es posible por esta propiedad que multiplica la misma, sino también porque se estima que existen yacimientos enormes, incluso superiores a los de los combustibles fósiles.
Las indagaciones al respecto no dejan de realizarse. Por lo general, se encuentran en lugares donde el metano se genera en el subsuelo como consecuencia de procesos microbianos termogénicos, una palabra cuyo significado proviene del griego antiguo. Su etimología, por lo tanto, es la unión de “termo”, que significa temperatura o calor” y “génesis”, que alude a inicio y generación.
Las indagaciones al respecto no dejan de realizarse. Por lo general, se encuentran en lugares donde el metano se genera en el subsuelo como consecuencia de procesos microbianos termogénicos, una palabra cuyo significado proviene del griego antiguo. Su etimología, por lo tanto, es la unión de “termo”, que significa temperatura o calor” y “génesis”, que alude a inicio y generación.
Entre otros lugares identificados, se encuentra el Mar Negro, el Mar Mediterráneo, costas de Alaska, la Antártida, California, Perú, Oregón, México, Japón o de la India (en todos los casos offshore o mar adentro), así como en zonas árticas.
Un enorme peligro ambiental
Además de estar distribuidos sus reservorios, es destacable su abundancia. Pero el mundo no puede dar saltos de contento, precisamente. Si bien las reservas estimadas son gigantescas, también su extracción y posterior uso supondría inyectar a la atmósfera ingentes cantidades de gases de efecto invernadero.
Como es bien sabido, el dióxido de carbono (CO2) es actualmente el principal de estos gases por su abundancia. Sin embargo, el metano, otro de ellos, es mucho más perjudicial de cara a acelerar el calentamiento global. Por lo tanto, convertir el metano en una fuente de energía masiva supondría una auténtica debacle para el planeta.
Sin duda, llevaría al traste todo intento por detener el cambio climático, incluyendo los esperanzadores esfuerzos globales que parecen empezar a ponerse en marcha dentro del marco del Acuerdo Climático de París.
Sobre todo, además, habida cuenta del anuncio que ha hecho Estados Unidos sobre su futuro abandono. Una retirada que quizá no se produzca, puesto que no será de un día para otro, y futuros gobiernos podrían paralizar, pero que dan buena cuenta de lo vulnerable que es el mismo.
Preocupa también saber que China, otro de los grandes contaminadores mundiales, junto con Estados Unidos, está perforando el fondo del mar en busca del tan deseado hidrato de metano. Si, por un lado, la potencia amarilla está apostando fuertemente por las energías verdes, sigue siendo muy dependiente de los combustibles fósiles.
En su eterna búsqueda de nuevas alternativas, en modo alguno renuncia a este “hielo que arde”. En concreto, tras décadas de investigación y perforaciones, Pekín habla de un “avance histórico” para su extracción.
En seis semanas, dice haber extraído más de 235 000 metros cúbicos de hidratos de metano perforando a 1266 metros de profundidad en el Mar del Sur de China, a unos 300 kilómetros al sureste de la ciudad de Zhuhai, situada en la costa sur de la provincia de Guangdong.
La extracción se llevó a cabo en 1266 metros de profundidad, haciendo un pozo de 200 metros de ancho, un tipo de operación que ocasiona problemas ambientales e incluso puede ocasionar tsunamis por deslizamientos submarinos.
China no es el único país que estés interesado en este “hielo que arde”. Son muchos los países que están invirtiendo grandes sumas de dinero para lograr su explotación. Tanto para identificar nuevos yacimientos como para tratar de desarrollar técnicas de extracción.
De hecho, actualmente sigue siendo compleja y cara su extracción, puesto que resulta difícil encontrar técnicas adaptadas a la naturaleza volátil del metano que sean eficientes a nivel de seguridad y economía. Entre otros países, la “verde” Alemania, los Estados Unidos, Chile, Reino Unido, Corea del Sur, India o Chile.
Los expertos chinos cuentan con que sea una fuente de energía rentable “alrededor de 2030”. Por supuesto, una rentabilidad económica, porque a nivel ambiental es un pésimo negocio. No olvidemos que el metano es un gas mucho más dañino que el CO2, con una potencia de calentamiento es de unos veinte veces mayor.
Su uso como fuente de energía no solo provocaría una liberación del mismo a gran escala, sino que convertiría el calentamiento global en un fenómeno incontrolable. Entre otras consecuencias, para más inri, se aceleraría el deshielo en la zona ártica, lo cual liberaría metano y carbono atrapados en el permafrost, intensificando, a su vez, los efectos del cambio climático, de acuerdo con un informe (2015) de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Con su tremendo coste económico, pero sobre todo ambiental, poniendo en jaque a la misma civilización humana.
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