Contaminación del agua
El agua dulce es un recurso básico para la vida, probablemente el principal recurso natural, y su escasez tiene mucho que ver con su despilfarro y polución por distintos motivos. Igualmente, si tenemos en cuenta los eventos extremos que trae el cambio climático, encontraremos otra de las razones por las que el mundo sufre y sufrirá una carencia importante de agua.
En este caso, será bien por las sequías que se nos avecinan como por los procesos de desertificación que conlleva el avance del calentamiento global, con lo que ya sea por su contaminación, uso y abuso, como por tratarse de un bien escaso, el agua dulce es un recurso prioritario.
Por otra parte, la polución de mares y océanos constituye otra de las grandes preocupaciones del siglo XXI. Tanto por los problemas de salud que conlleva el desequilibrio del ecosistema marino, fuente de alimento, como por el impacto ambiental que ocasiona dicha polución, los mares están cada vez en peor estado.
Atrás han quedado aquellos tiempos en los que se consideraba que el mar todo lo admitía debido a su inmensidad y profundidad. Lógicamente, no es así y no han tardado en evidenciarse las consecuencias de verter basura y sustancias químicas en cantidades ingentes.
Su degradación en los últimos siglos ha hecho mella especial en las zonas costeras, al mismo ritmo que han aumentado los vertidos industriales y la escorrentía procedente de la agricultura intensiva y la urbanización. Sin olvidar los desastres ambientales que provocan las fugas de petróleo, tanto en el mar como en los ríos.
Contaminantes habituales
En efecto, para entender mejor los problemas relacionados con la contaminación del agua es básico abordar sus principales causas, los diversos tipos de contaminación, así como apuntar algunas medidas para reducir este tremendo problema. No en vano, sin agua de calidad es imposible garantizar el equilibro ambiental, de la especie humana, animales y plantas.
El agua contaminada es aquella cuya “composición haya sido modificada de modo que no reúna las condiciones para el uso que se le hubiera destinado en su estado natural”, según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS). O, lo que es lo mismo, la contaminación es la introducción de contaminantes en un ecosistema determinado.
Puede parecer una verdad de perogrullo, pero en la palabra “introducción” está una de las claves principales, puesto que ésta puede derivar de la acción humana o de causas naturales.
Con respecto a las causas naturales, podemos citar el aumento de las temperaturas, aunque el calentamiento global, como es bien sabido, tiene un origen antropogénico. De forma indirecta, por lo tanto, no es una contaminación natural.
La contaminación relacionada con su ciclo natural puede deberse al contacto con ciertos contaminantes que pueden ser desde sustancias minerales u orgánicas que existen en la naturaleza, por ejemplo en la corteza terrestre, la atmósfera o el mismo agua. En ocasiones se introduce por raros fenómenos naturales, como inundaciones o deslizamientos, pongamos por caso, y es al hacerlo cuando se produce la contaminación.
La contaminación más importante y dañina es la producida por el ser humano por distintas causas, entre ellas el vertido de sustancias tóxicas arrojadas a las aguas de forma regular o puntual. Es así como el agua se contamina de forma acumulativa.
Los plaguicidas, fertilizantes químicos, hidrocarburos, aguas residuales, detergentes, plásticos y otros desechos sólidos acaban en los ríos y en los mares, donde además de su impacto a nivel ambiental, tras ser ingeridos por pequeños organismos marinos acaban por introducirse en la cadena alimentaria.
Sin olvidar, asimismo, que la contaminación de los ríos acrecienta también la polución marina, como vimos en un reciente post, además de las filtraciones subterráneas contaminadas por vertidos tóxicos de cualquier tipo.
Por otra parte, podemos mencionar dos tipos de polución: la contaminación orgánica, debido a microorganismos patógenos en el agua que llegan a través de aguas grises, residuos industriales o agrícolas. Por su lado, la contaminación química la generan desde os mencionados pesticidas hasta los medicamentos humanos y animales o basura doméstica e industrial.
¿Es posible solucionarlo?
Si la contaminación no es importante, los ecosistemas tienen la capacidad de limpiarse y recuperar su equilibrio. El problema escapa del control de la naturaleza cuando se llega a un punto de no retorno.
El colapso se produce cuando los contaminantes desequilibran el sistema sin posibilidad de que éste absorba dicha polución. En estos casos, se hace necesario actuar, si bien en muchos casos son problemas de tal magnitud que resolverlos es sencillamente una utopía.
Al menos, así es hoy por hoy cuando los problemas se refieren a cuestiones tan peliagudas como la contaminación plástica en mares, la polución química en ríos o, por ejemplo, los derrames de crudo tanto en mares como en ríos.
En este sentido, es importante llevar a cabo actuaciones que mejoren la situación para minimizar su impacto ambiental, así como la amenaza que represente para la salud pública, incluso aunque no puedan ofrecer resultados idóneos.
En muchos casos, por ejemplo, la potabilización u otros tratamientos depurativos no realizan una descontaminación total, pero también es cierto que su necesidad dependerá del uso que se le vaya a dar al agua. Pero, sobre todo, resulta esencial la prevención, tanto desde un punto de vista legal y de concienciación como a través de tecnologías que permitan llevar a cabo actuaciones realmente efectivas.
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