Suecia quiere ser el primer país que diga adiós al petróleo
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Los combustibles fósiles no son necesarios, y Suecia quiere ser la primera nación en demostrarlo. Aunque los plazos se le resisten, pues hace una década aspiraba a convertirse en una economía libre de petróleo en 2020, el país anuncia ahora su pretensión de conseguirlo en 2050.
Alcanzar la meta será sinónimo de dejar de utilizar el petróleo, el carbón y el gas natural, así como las centrales nucleares para, finalmente, depender únicamente de las energías renovables.
En efecto, la Suecia no petrolera quiere serlo sin depender tampoco de las nucleares, si bien lograrlo está suponiéndole problemas para dejarlas con la celeridad planeada. Recordemos que en 2010 se pisó el freno con la retirada de la moratoria nuclear establecida por referendum en 1980, una reforma gubernamental muy criticada por las organizaciones ecologistas.
Según Jesper Liveröd, responsable de energía de Greenpeace, fue una mala decisión porque “Suecia representa un escenario fantástico para las energías renovables. Tenemos las condiciones para la bioenergía, para la energía eólica y el conocimiento de una tecnología que puede ser aplicada a las renovables. Con la actual reforma, el Gobierno apuesta por una alternativa errónea”, afirma Liveröd.
Pese a estos problemas domésticos, la altura de miras del país sigue siendo la tónica general. Sus pequeñas indecisiones parecen errores minúsculos si tenemos en cuenta la pasividad que caracteriza al resto del planeta.
Actualmente, el 87 por ciento de energía consumida procede de combustibles fósiles, según cifras del Banco Mundial, con China y Estados Unidos a la cabeza. Frente a este triste panorama, en la actualidad, dos tercios de la energía consumida en el país escandinavo la genera un mix energético compuesto por energía hidroeléctrica, renovables y nuclear.
Pero esto no es suficiente. La meta, un sector energético eficiente y sostenible que en 2050 sin emisiones de gases tipo invernadero. Un plan que no cesa de renovarse, prácticamente sin perder su esencia, por mucho que los verdes quieran poner la lupa.
El plan irá a la COP 21
Su ejemplaridad buscará el efecto contagio en el resto del mundo. Si no con planes tan ambiciosos, sí al menos como elemento inspirador que anime a aplicar políticas ambientales más eco-amigables.
La exposición del plan será uno de los platos fuertes de la próxima cumbre mundial que se celebrará en París a finales de noviembre con el objetivo de alcanzar un acuerdo climático global vinculante que sustituya al Protocolo de Kyoto.
La conferencia extraordinaria de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático será una plataforma perfecta para concienciar a otros países sobre la problemática que supone para cualquier país no reaccionar a tiempo.
A su vez, el ejemplo sueco demuestra que las cosas no son tan fáciles como parecen y, por mucha voluntad política que haya, siempre hay un gran trecho entre el dicho (lo planeado) y el hecho. Que lo consigan o no, en su caso es simple cuestión de tiempo, aunque también es cierto que corre en nuestra contra.
Un sueño largamente acariciado
Suecia lleva lustros aplicando decididas políticas ambientales. El encarecimiento del petróleo y su compromiso por la lucha contra el medio ambiente llevó al país a cerrar algunas de sus centrales nucleares en 1980.
Si bien la opción mayoritaria está siendo alargar la vida de las centrales nucleares, aún dentro de un proyecto de transición, como hace Alemania, en Suecia se aboga por una adaptación a un horizonte de escasez e incluso agotamiento del petróleo unido al problema del cambio climático.
“Si no hacemos nada, o si esperamos demasiado tiempo, la transición podría resultar brutal y costosa”, dijo la ministra Mona Sahlin, ministra para el Desarrollo Sostenible de Suecia. Por contra, anticiparse al problema podría ser “menos complicado, sin afectar los progresos logrados en los ámbitos económico y social”, concluye.
Inversiones en energía solar
Dentro de esta lógica, potenciar las energías renovables ha sido una prioridad para el país desde hace años. Más allá de los dictámenes de la UE, Suecia establece sus propios calendarios. Por lo pronto, pretende que la mitad de la energía sea por renovables en 2020.
Ya en 2010 se producía más energía procedente de la biomasa que del petróleo y de cara al futuro, el gobierno planea invertir 488 millones de euros en seguir fomentando las renovables, sobre todo la energía solar.
Un ambicioso plan
Serán inversiones que harán una gran diferencia, qué duda cabe, pero el objetivo solo es posible con un enfoque global, que implica a todos los aspectos del consumo de combustibles fósiles. Entre otras medidas, desde hace años se penaliza con impuestos a las empresas más contaminantes y se conceden subvenciones a las que apuestan por las energías limpias.
Por su parte, los ciudadanos que optan por un vehículo verde también tienen ventajas fiscales. Y esto no es todo, porque ya se implementaban política ambientales incluso desde antes de la creación de la agencia ambiental sueca en 1967, una iniciativa pionera a nivel mundial.
Pero hemos de retroceder una década para encontrar el origen de esta iniciativa. Fue en 2005 cuando Sahlin expuso públicamente las principales rasgos del programa nacional contra la dependencia del petróleo.
Éste se basaba en la concesión de beneficios fiscales para la conversión del petróleo, en una mayor inversión en energías renovables, en el incremento de los combustibles verdes, así como en el logro de la calefacción por distritos y la investigación para aumentar los conocimientos sobre el concepto de sociedad renovable. Desde entonces, el plan sigue sosteniéndose sobre estos mismos cimientos, y apunta a las estrellas. Lamentablemente, mirarnos en este espejo no es una prioridad política.
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