ARGENTINA: Singular alianza de gauchos y ecologistas para proteger biodiversidad de la pampa

ARGENTINA: Singular alianza de gauchos y ecologistas para proteger biodiversidad de la pampa:

ARGENTINA: Singular alianza de gauchos y ecologistas para proteger biodiversidad de la pampa

Las tradiciones de los gauchos (hombres de campo) y la moderna tecnología agropecuaria se unieron en Argentina, en una singular alianza entre ganaderos y ambientalistas, que busca conservar la biodiversidad de los pastizales y mejorar la productividad y sabor de su famosa carne. 
“Los parques nacionales dejan afuera al hombre. Quisimos pensar algo que integrara al hombre, pero también la actividad humana como un componente más del bioma”, explicó  Gustavo Marino, de Aves Argentinas.

Esta organización ecologista y la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) ejecutan el proyecto “Pastizales y Sabanas del Cono Sur de Sudamérica: iniciativas para su conservación en Argentina”.

“Vimos también que el pastizal de la pampa casi no tiene tierras públicas. Eran todas  privadas y necesariamente teníamos que trabajar con productores”, añadió Marino en diálogo con IPS.

El proyecto  cuenta con financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial , gestionado por el Banco Mundial, y el apoyo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y la Administración de Parques Nacionales, ambos gubernamentales.

La iniciativa argentina forma parte de la Alianza del Pastizal para el Cono Sur, que integran también  Brasil, Paraguay y Uruguay.

Los pastizales “acuñaron una cultura representada por el gaucho pero que permea toda nuestra sociedad con comidas como el asado y esa necesidad que tenemos los argentinos de mirar espacios abiertos, el horizonte y el cielo”, reflexionó Marino.

Pero también son el corazón económico argentino.

“Los pastizales proporcionan una amplia gama de bienes y servicios ambientales, además de la provisión habitual de carne, leche, lana y cuero que producen los sistemas de pastoreo”, señaló a IPS el ambientalista Fernando Miñarro, coordinador en la FVSA del Programa Pampas y Gran Chaco.

Este bioma, constituido por más de 370 especies de gramíneas, 400 de aves y un centenar de mamíferos -algunos en extinción, como el venado de las pampas-  es fundamental para el  equilibrio ecológico.

La ecorregión pampeana abarca 750.000 kilómetros cuadrados, que forman parte de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. La mayor parte se ubica en Argentina, con 460.000 kilómetros cuadrados diseminados por varias provincias.

Solo entre 2002 y 2004 esas provincias perdieron 9.000 kilómetros cuadrados de pastizales, a una tasa anual superior a 0,5 por ciento. Además, la tasa de sustitución de los pastizales por cultivos agrícolas superaba cinco por ciento en algunas áreas.

Únicamente una tercera parte de las pampas argentinas estaban cubiertas por pastizales naturales o seminaturales y un importante porcentaje de ellos era utilizado para la actividad ganadera.

En Uruguay y el estado brasileño de Rio Grande do Sul solo 71 por ciento y 48 por ciento, respectivamente, quedaban como áreas de pastizales.

En Paraguay se señala que 44 por ciento de ese bioma permanece en estado seminatural o natural.

“Contribuyen al mantenimiento de la composición de gases en la atmósfera, mediante el     secuestro de CO2 (dióxido de carbono), y al control de la erosión de los suelos, y son fuente de material genético para una gran cantidad de especies vegetales y animales que, actualmente, constituyen la base de la alimentación mundial”, subrayó.

Además, tienen una función fundamental como proveedor de insectos polinizadores y de enemigos naturales de numerosas plagas que atacan cultivos, agregó.

Según Marino, Argentina perdió 60 por ciento de sus pastizales, entre otras causas por el avance de la agricultura intensiva (soja y arroz entre otros cultivos), la expansión de la forestación comercial y la urbanización en sus partes más valiosas, por no ser inundables.

La iniciativa involucra a 70 productores y 200.000 hectáreas, y rescata tradiciones de la ganadería pampeana, perfeccionadas con nuevas técnicas agrarias y conocimientos ecológicos.

Entre ellas, Marino citó la rotación del pastoreo para descansar la tierra,  la zonificación de los potreros de acuerdo al crecimiento florístico del pastizal o la quema “bien practicada”. Estas prácticas estimulan especies de alta calidad forrajera, explicó.

También aprovechan cuando las inundaciones, construyendo pequeñas lomadas para retener el agua más tiempo.

Con eso controlan las plantas exóticas y hacen proliferar pastos tiernos, de buena calidad para el ganado que, a su vez, atraen las aves,  como los chorlos (Pluvialis dominica).

“Es nuestro ejemplo más redondo. Por un lado pensamos en la producción de carne y por el otro en la calidad del hábitat para los chorlos”, ilustró Marino sobre lo que definió como  “ganadería de precisión”, adaptada a cada tipo de pastizal.

Marino, agrónomo y observador de pájaros, recordó que hace ocho años cuando comenzó el proyecto, los ganaderos los veían como “bichos raros”.

Pero actualmente, continuó,  cada vez más  buscan su asesoramiento porque “les proponemos encontrar un punto medio que genere riqueza y al mismo tiempo mantenga la biodiversidad”.

“Al perder biodiversidad, el ganadero tiene que comprar forraje o nutrientes para mejorar la respuesta. Los insumos son caros y están atados a los precios de mercado. Conservar los pastizales naturales beneficia al ganadero ya que es ni más ni menos que el capital natural en el que se basa su actividad económica”, precisó Miñarro.

También se benefician con el mayor precio que obtienen al contar ahora, gracias a los cambios introducidos en sus procesos productivos, con el  sello ecológico “Carne del Pastizal”, que les abre además mercados de exportación.

“El consumidor quiere saber cada vez más cómo es el sistema de producción y este sello les cuenta eso: que es carne de base pastoril, ecológica, que respeta la biodiversidad y que tiene el sabor de la carne tradicional argentina, que nos hizo famosos mundialmente”, sintetizó Marino.

Otra renta la obtienen del ecoturismo de observación de pájaros. El programa los promociona, asesora y capacita guías.

Es el caso de Tiziana Prada, propietaria de la hacienda San Antonio, de  4.918 hectáreas con unos 2.000 animales, en los Esteros del Iberá, en la nororiental provincia de Corrientes, donde se práctica la ganadería sustentable.

“Empezamos por reconstituir lo que eran viejas arroceras y pasaron a ser de nuevo campos naturales de pastizales. La fauna empezó a verse más, hay muchos ciervos, volvieron los monos carayá, los yacarés y muchísimas especies de aves”, contó a IPS.

Eso fue resultado de las nuevas técnicas utilizadas.

“Conociendo los ciclos de los pastos de buena calidad uno puede ir manejándolos según los ciclos de crecimiento… Siempre pensando en los momentos de migración de las aves y de los animales que los habitan”, relató.

Para esta hacendada el cuidado ambiental y mantener la productividad “van de la mano”.

“El ganadero, especialmente ahora que la ganadería está moviéndose a zonas marginales, donde el ecosistema es mucho más frágil, tiene que producir conservando porque si no tu recurso se destruye. No sería sostenible en el tiempo y además creemos fervientemente que se puede producir en forma sustentable sin bajar la eficiencia”, enfatizó.

Prada entiende que el interés entre ganaderos crece porque perciben “que hay un mercado urbano cada vez mayor que exige que conserves el ambiente para que sus hijos el día de mañana tengan un mundo mejor”.

Además porque no se trata solo de un negocio. “El amor por la naturaleza, es algo que la gente de campo lleva adentro”, destacó.

Marino sintetiza ese espíritu con una estrofa  del intérprete folklórico argentino Atahualpa Yupanqui. “Estoy con los de mi lao cinchando tuitos parejos, pa hacer nuevo lo que es viejo y verlo al mundo cambiao”, dice la canción “El payador perseguido”.

“Es volver a la ganadería tradicional, pero aplicando la tecnología de hoy”, interpretó.

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