ITER: ¿la energía verde del futuro?
El programa ITER (Reactor Termonuclear Experimental Internacional) tiene un claro objetivo: generar energía limpia e ilimitada reproduciendo la reacción de fusión que se produce en el corazón del sol.
Por lo pronto, esta instalación nuclear experimental está avanzando, pero el precio es quizá demasiado elevado.
Tras su nacimiento en los años ochenta, una iniciativa de los gobiernos estadounidense y ruso, actualmente sus precios desorbitados los asumen también los gobiernos de China, Japón, Corea del Sur e India (9 por ciento cada uno), además de la Unión Europea y sus socios, aportando el 45 por ciento del enorme presupuesto del proyecto.
¿La fusión nuclear funciona?
Por lo pronto, los distintos socios que apoquinan el dineral que precisa este proyecto siguen haciéndolo, pero también se teme que empiecen a abandonar el proyecto. Para evitarlo, lógicamente, sería de inestimable ayuda poder demostrar que la fusión nuclear realmente funciona y es eficiente.
La decisión de construir el reactor de mayor tamaño, concretamente en Francia, responde a esta necesidad. Sobre todo, habida cuenta de que hasta ahora los reactores empleados no lo han hecho.
Muy al contrario, han necesitado más energía de la que producían, por lo que el invento era un auténtico fracaso. SE espera, sin embargo, que las obras galas ayuden a dar el gran salto, demostrando que puede llegar a funcionar a gran escala, produciendo más energía de la que el sistema exige.
De conseguirse, los ingenieros esperan que el reactor que está fabricándose en Francia genere un 10 por ciento más de energía de la que necesita, para lo cual debe controlarse el plasma de hidrógeno para que no llegue a las paredes del reactor, ya que las destrozaría.
Los avances en este sentido proceden de otros proyectos similares, aunque la inversión y dimensiones son mucho menores. Hace casi un año, Alemania batió el récord de producción de plasma de hidrógeno, todo un hito científico, con su reactor de fusión Wendelstein 7-X, y poco después China hizo lo propio con su propio reactor de fusión.
Como puede comprobarse, existe una competencia entre países al margen de este proyecto para desarrollar tecnologías que permitan avanzar en la tecnología de la fusión. Pero su producción a gran escala todavía es una utopía.
El hecho de que la fusión nuclear se considere la energía limpia definitiva pues, entre otras ventajas, no dejar residuos radiactivos y su combustible abunda en el universo, lleva a seguir intentándolo, a celebrar los más pequeños avances.
El día que funcione, aunque sea el próximo siglo, las centrales nucleares podrán transformarse como un calcetín. Basarse en esta tecnología supondrá no solo poder generar energía de forma ilimitada, sino también contaminando de forma mínima.
Además, lógicamente, poder contar con esta opción sería idóneo para dejar de utilizar los combustibles fósiles y, por lo tanto, también para luchar de forma eficaz contra el cambio climático. Las sociedades bajas en carbono, finalmente, serían una realidad en un plazo mucho más corto de lo que ahora requiere el paso a las actuales energías renovables.
Pero éstas parecen las cuentas de la lechera, con lo que lo más sensato es dejar de soñar y bajar de nuevo a la realidad. Es decir, tener en cuenta que estamos en un compás de espera, sin nada asegurado. Es decir, un futuro incierto es lo único que tenemos a día de hoy.
Muchos retos por alcanzar
Los reactores de fusión producen energía emulando el sol o cualquier otra estrella. Básicamente, lo logran mediante la fusión termonuclear de algún isótopo de helio o de hidrógeno. Para realizarla es necesario proveer al sistema de grandes cantidades de energías, alcanzar altísimas temperaturas, así como una enorme infraestructura que evite que el plasma escape, por lo general atrapándolo en una cámara toroidal, para lo cual se utilizan campos electromagnéticos.
Que la fusión se convierta en la fuente de energía del futuro depende, por lo tanto, de las respuestas que aporte la ciencia para superar estos problemas, así como del tiempo que tarde en hacerlo. Aunque la recompensa es lo suficientemente atractiva, prácticamente una panacea energética que sería todo un avance a nivel económico, ambiental y tecnológico, por lo que aun abandonándose este proyecto internacional del ITER, otros intentos podrían ir fructiferando. ¿Para cuándo? Qui lo sa...
Conclusiones
Se trata, en efecto, de un proyecto de gran complejidad que plantea grandes desafíos a nivel de fondos, pues el presupuesto no deja de aumentar, y también tecnológicos. La posibilidad real de que llegue a buen término es todavía una incógnita.
La tecnología necesaria para sacar adelante el proyecto puede acabar retrasándolo sine die. Tal y como publicó recientemente el New York Times, los inconvenientes técnicos vienen de la necesidad de construir una infraestructura gigantesca que para funcionar adecuadamente necesita contar con una precisión extrema.
Aun yendo todo según lo previsto, los plazos son larguísimos. Como primer gran hito, sería una buenísima noticia que el reactor fuese capaz de llevar a cabo la reacción de fusión durante unos pocos minutos en 2035.
Es decir, se obtendrían los primeros resultados concretos tras 50 años desde el nacimiento de la iniciativa, después de gastar miles de millones. Pero no solo eso, porque además si pasados los años, los lustros y décadas no funciona o no lo hace como se espera, todo habrá sido en vano. Porque, sencillamente, no hay alternativa.
No, al menos, a día de hoy, además de que cualquier pequeño error puede suponer un fracaso difícil de remontar. Así las cosas, que el proyecto sea tan a largo plazo y con tan pocos resultados palpables está haciendo temer por su continuidad.
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