Desperdicio y pérdida de alimentos: el punto débil en la lucha contra el hambre

Desperdicio y pérdida de alimentos: el punto débil en la lucha contra el hambre


La clasificación de los alimentos sin consumir como “pérdidas” o “desperdicio” depende de cuándo salgan de la cadena alimentaria. Imagina cómo viaja todo lo que comemos a través de la cadena alimentaria, un viaje complejo que va desde la granja hasta la mesa. Algunos estudios señalan que un tercio de todos los alimentos que se producen para consumo humano nunca llega realmente a nuestra mesa.
La mayoría de las personas ven desperdicios de alimentos en su vida diaria. Al final de la cadena alimentaria, los consumidores pueden tirar los alimentos sobrantes, dejarlos estropearse u optar por otros comportamientos que desperdician innecesariamente alimentos.
La “pérdida” de alimentos en realidad ocurre antes de llegar al consumidor, en la cadena alimentaria, y por lo general entre bastidores. Debido a ineficiencias en la producción y elaboración de los alimentos, estos pueden perder valor nutricional o incluso descartarse antes de llegar al consumidor.
Actualmente, más del 40 por ciento de las pérdidas y desperdicios de alimentos en los países en desarrollo ocurren después de la cosecha o en la fase de elaboración, mientras que en los países industrializados más del 40 por ciento de las pérdidas y desperdicios de alimentos ocurren a nivel de la venta al por menor o del consumidor. Saber cuándo y dónde se producen las pérdidas y desperdicios de alimentos es importante porque afecta a la manera en que construimos sistemas alimentarios más sostenibles.

Plan de acción para no desperdiciar alimentos

1. Compra inteligentemente: 1 de cada 3 personas va a la compra sin lista. Planifica las comidas, haz lista de la compra y evita las compras impulsivas. De esta manera, será menos probable que compres cosas que no necesitas y que seguramente no consumirás. ¡Sé realista! Si sabes que cocinarás para una persona, no necesitas comprar la misma cantidad de alimentos que para una familia de cuatro. Si cocinas rara vez, no almacenes productos que para consumirse necesitan ser cocinados.
2. Sé valiente, compra frutas y hortalizas feas. A menudo, las frutas y hortalizas se tiran porque su tamaño, forma o color no corresponden con “los que deberían tener” según los estándares, aunque, en general, son perfectamente aptas para el consumo. Saltarse las barreras impuestas por los estándares estéticos puede ayudar mucho a evitar que grandes cantidades de frutas y hortalizas terminen en la basura.
3. Mantén un refrigerador saludable. Los alimentos deben conservarse entre 1 ºC y 5 ºC para garantizar su máxima frescura y longevidad.
4. Respeta el orden de adquisición o de fabricación. Cuando planifiques tus comidas, trata de utilizar los productos que compraste antes y cuando los ordenes en el refrigerador coloca los más viejos delante y los recién comprados atrás.
5. Aprende qué se entiende por fecha límite de venta y por consumir preferentemente antes de. A menudo se trata simplemente de recomendaciones del fabricante para consumir el producto en su máxima calidad, no de indicadores estrictos de la inocuidad del alimento para el consumo.
6. Aprovecha tus sobras, no deseches alimentos porque haber cocinado demasiado.Utilizar las sobras para preparar las comidas es una forma inteligente de consumir todo lo que se compra. En lugar de tirar las sobras a la basura, ¿por qué no utilizarlas como ingredientes para la comida de mañana? Una cucharada de verduras cocidas puede ser la base para un buen potaje. Si no os apetece comer las sobras al día siguiente, congélalas y guárdalas para otra ocasión.
7. Transforma los restos en abono para tus plantas. Dado que no siempre se pueden evitar los desperdicios de alimentos, ¿por qué no crear un cubo de compost para las peladuras de las frutas y hortalizas? En pocos meses dispondrás de un compost rico y valioso para tus plantas. Si has cocinado y han quedado desperdicios de alimentos, un cubo de compostaje doméstico dará los resultados esperados. Basta alimentarlo con desechos (pueden echar incluso pescado y carne), esparcir una capa de microbios especiales y dejarlo fermentar.  El producto resultante se puede utilizar para las plantas domésticas o el jardín.

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