Un sistema pionero convertirá en biogás las 12 toneladas de heces anuales generadas por el ascenso al Everest
¿Quién en el mundo del montañismo no ha soñado con subir al Everest? Seguro que prácticamente cualquier amante de la escalada lo ha hecho. Y esta aspiración la materializaron entre 1953 y 2016 casi 4.500 personas que no solo generaron riqueza para este rincón de Nepal. A su paso, dejaron además hasta 12 toneladas anuales de excrementos que están poniendo en riesgo el entorno y a la población local de Gorak Shep. Para atajar estos desafíos surge el Mount Everest Biogas Project, que ha diseñado un sistema solar único que convertirá las heces en gas metano y en un fertilizante para tierras de cultivo.
Así, lo que es una amenaza creciente pasará a convertirse en activo para la población que, ahora, vive bajo el riesgo de que el agua que consume sea contaminada por los excrementos humanos. Y es que, aunque las autoridades nepalíes llevan años trabajando en la retirada y el tratamiento de los desechos que se generan en la zona, donde se ubica el campo base del Everest, todavía no han podido dar solución al tratamiento de las heces.
Visitante a visitante desde que, en 1953, Tenzing Norgay Sherpa y Edmund Hillary completaran el ascenso a la montaña más alta del planeta, la gravedad de la situación se ha agudizado. “Tras décadas de explotación continua, el campo base y los que se encuentran en zonas superiores están heridos por el impacto humano”, lamentan los impulsores del Mount Everest Biogas Project. La iniciativa sin ánimo de lucro lanzada en 2010 con el apoyo de Ingenieros sin Fronteras y de Arquitectos sin Fronteras, se ha marcado el objetivo de acabar con la degradación ambiental que amenaza la zona y con el riesgo, al alza, de contaminación de las fuentes de agua.
“A pesar del impacto económico que una atracción pujante como el Everest tiene en Nepal, las consecuencias medioambientales requieren de la actuación urgente”. El trasiego creciente en la zona y la falta de espacio donde depositar más heces explican la llamada de alerta del colectivo. Y es que la situación es límite. Las fosas cubiertas solo por tierra y roca donde, hasta 2014, se arrojaban las heces ya no dan para más. Así, los desechos se han ido depositando en áreas cada vez menos profundas, más próximas a la aldea de Gorak Shep y, también, cercanas a una salida fluvial de un glaciar. El riesgo es claro y toma cuerpo en temporada de monzones, en la que existen probabilidades de contaminación del agua potable de la que se abastece la población local.
Con todo esto en mente y con la colaboración de las universidades de Seattle y de Kathmandú surge este proyecto que, además de alertar, pone sobre la mesa una solución innovadora. Si todo marcha, esta funcionará en una zona tan alta, remota y fría como para poner en duda la viabilidad de cualquier innovación para solucionar el desafío que están generando los excrementos humanos.
Sin embargo, la idea ha fructificado, tanto como para obtener el reconocimiento en los premios UIAA Protección de la Montaña, que concede la Federación Internacional de Montañerismo y Escalada. Tras muchos años de trabajo para dar con un sistema de digestión anaeróbica capaz de funcionar en temperaturas extremas y solo con heces humanas, el colectivo fundado por Dan Mazur y Garry Porter se encuentra en un momento crucial para que el proyecto se active. “Hemos llevado este proyecto piloto a un punto en el que está listo para su construcción”, explica Porter antes de subrayar la trascendencia de esta idea para que la industria turística en la región se mantenga en el futuro, pero de forma sostenible.
Con el inicio de obras previsto en la primavera de 2018 y la aspiración de que su sistema para la conversión de heces en biogás esté totalmente operativo en un año – “justo a tiempo para la temporada de expediciones de primavera”– los impulsores no solo resolverán el problema de la acumulación descontrolada de excrementos. Además, este mecanismo único que se alimenta con energía solar convertirá las heces en un activo para los pobladores locales. Así, de un lado, el sistema aportará metano que podrá ser empleado para cocinar o para la iluminación. Además, con esto se obtendrá otro producto biológico, en concreto un efluente, que podrá utilizarse como fertilizante.
Las ventajas de esta idea no quedan ahí puesto que, como subrayan desde esta entidad, el mecanismo logrará acabar con los riesgos de contaminación del agua potable, además de mitigar la deforestación al reducir el uso de madera para calentarse. Con todo, la apuesta podría suponer un antes y un después para una zona única en el mundo que se encaminaba hacia el ocaso fruto del éxito sin una solución como esta. Sus promotores están tan motivados con los potenciales resultados que ya piensan más allá. Así, una vez se ejecute el sistema en este enclave, la idea podría aplicarse a otras áreas de Nepal para, así, extender la influencia positiva del turismo, al tiempo que se combate la negativa.
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