Sobre tu basura (y la mía)
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La última vez que estuvimos en la playa vimos una escena que se nos dejó petrificados: una pareja decidió poner la sombrilla cerca de una botella tirada y, como les molestaba su presencia, le dieron una patada. Como no se alejó lo suficiente le dieron otras dos patadas con más rabia para alejarla lo máximo posible de su espacio.
Desde entonces, no paramos de darle vueltas a la relación que los humanos tenemos con nuestra basura (teniendo en cuenta que somos la única especie que genera basura). Y si hemos llegado a alguna conclusión de que no nos gusta hablar sobre ella. ¿Has tenido muchas conversaciones sobre tu basura? Nosotros no. Si lo hacemos, suele ser para quejarnos de que las calles están sucias, de que no la recogen a tiempo, o de que el vecino la deja donde no debe. Y siempre hablamos en tercera persona, como algo que no tiene nada que ver con nosotros.
Lo que también está claro es que no la queremos cerca. En nuestro edificio, se saca el contenedor sólo por las noches y durante el día algunos vecinos sacan su basura de casa y la dejan en el descansillo hasta que llegue la hora que puedan tirarla. No la quieren dentro de sus casas pero al mismo tiempo deben de pensar que a sus vecinos no debe importarles que la pongan cerca de la suya.
Este comportamiento se sigue expandiendo más allá de nuestro descansillo, tampoco queremos basura pululando en nuestro entorno cercano.
La apertura de un nuevo basural siempre es un motivo de polémica. Cuanto más lejos mejor y, si pudiéramos, le daríamos un par de patadas para alejarlo lo máximo posible. Si nos da igual que pueda molestar al vecino de al lado ¿cómo nos va importar el municipio de al lado? ¡Hasta podemos exportarla a otros países!
No nos preocupamos de la basura que generamos, su cantidad o de lo que hagan con ella. Desde pequeños nos han enseñado a ponerla en el contenedor y a no hurgar en ella. Es basura.
Pero ¿qué es basura? En la Rae podemos encontrar muchas definiciones de basura, como “residuos desechados y otros desperdicios”, “suciedad” o “cosa repugnante o despreciable”. Nosotros añadiríamos la coletilla “algo que hemos producido, que ya no nos sirve y de lo que no queremos saber nada, ni responsabilizarnos”.
Nuestra actitud ante la basura es la misma que esas personas en la playa, la de darle dos patadas para alejarla lo más posible para que no nos moleste. Aunque al final obtenemos el mismo resultado: la cambiamos de sitio, pero no desaparece.
Los ayuntamientos para deshacerse de la mayor parte de nuestra basura optan por enterrarla o por quemarla, pero ni incinerándola nos deshacemos de ella. Por cada 3 toneladas de desechos que se introducen en un incinerador obtendremos 1 tonelada de cenizas que es preciso enterrar. No se destruyen los desechos, sólo cambian su apariencia.
En la playa nos encontramos otra escena curiosa: una bolsa llena de basura atada, y muy bien atada, a una valla. ¿Quién es capaz de molestarse en atar su basura en una valla en vez de llevársela? Y no es la primera vez que nos encontramos bolsas de basura llenas en la playa. Pensarán que, estén donde estén, su responsabilidad es sólo recogerla, y que ya hay personas encargadas de llevársela (en este caso nosotros) y depositarla en el lugar conveniente (si ese lugar existiera).
Tenemos que ampliar nuestro punto de vista y reconsiderar nuestra actitud hacia la basura que producimos. Debemos ampliar nuestros límites, repensar lo que consideramos casa. Como comenta Mariana en esta entrada de Cualquier cosa es cariño, el planeta es la casa que compartimos todos y nadie trataría su casa como tratamos nuestro planeta. Si tuviésemos que lidiar con nuestra propia basura en casa, no la esconderíamos debajo de la alfombra, ni la quemaríamos en el salón. Ya nos encargaríamos de producir menos, de utilizar materiales biodegradables y de no utilizar tantos envases tan absurdos como evitables.
Nuestra responsabilidad tiene que ir más allá de tirarla, el problema de la basura no termina cuando la depositamos en el contenedor, sino que es ahí donde empieza. Si seguimos generando tantos residuos el planeta en si mismo va a ser un vertedero. Nadie quiere tener uno cerca, así que intentemos que haya los menos posibles. Además, enterrando la basura no conseguimos que se desintegre, lo único que conseguimos es perderla de vista, esconder el problema.
Debemos empezar a hablar de ella como algo que nos toca a todos. No podemos seguir considerando nuestra basura como algo ajeno. Tenemos que mirar un poco más allá del contenedor. En nuestras manos está el generar la menos posible. Es muy fácil reducir el tamaño de nuestra bolsa de de basura, sólo es cuestión de proponérselo.
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