Un día para enamorarse del planeta Tierra


Entre hermosos bosques, océanos, desiertos, montañas, volcanes, glaciares y demás maravillas naturales que atesora el Medio Ambiente, no hay duda que la Humanidad despierta todos los días dentro de un gran sueño ecológico, lleno de majestuosos ecosistemas, aguerridas especies de fauna y una legendaria biósfera, que merece ser admirada, respetada y amada por los seres vivos.

Dicen que el amor es el único sentimiento que justifica la vida en el planeta Tierra. Cada persona lo expresa o lo calla por voluntad propia. Algunos se emocionan al observar los arrecifes coralinos, las cuevas prehistóricas, los montes Apalaches, los lagos siberianos, las dunas cuaternarias, los humedales palustres y las rocas metamórficas.
Mientras que otros son incapaces de apreciar la belleza celestial que inunda cada rincón bendito de la Pachamama, ya sea por muchísima ignorancia, terquedad o conformismo al no querer aprender un poco más sobre los secretos de Gaia.
No hay que viajar con destino a la Montaña de la Mesa, a las cataratas del Iguazú, a la Selva Amazónica, a los cenotes de la península de Yucatán, al Salto Ángel, a la quebrada de Humahuaca, a la isla de Providencia, a los Géiseres de El Tatio o a la ancestral Machu Picchu, para corroborar que las manos de la Madre Tierra hechizaron de amor cada paisaje natural, demostrando la perfección de su mágica creación divina.
Basta con que abras los ojos y mires con detenimiento a tu alrededor, para que te fascines con las nubes de un cielo azulado, con las hojas de un verdoso árbol, con las alas de un valiente pájaro redentor, con la ola de viento que aviva el alma crepuscular, con una lluvia de estrellas que brilla en el oscuro firmamento, con un Sol que resplandece en el lejano horizonte y con una Luna que alivia las heridas del pasado.
Es obvio que la Tierra es nuestro sagrado refugio de vida, el cual sería la envidia de cualquier otra civilización extraterrestre que se atreviera a visitarnos.
Todo un privilegio para los afortunados hombres y mujeres que cohabitan en nuestro planeta, pese a que la mayoría de esos individuos no son conscientes del milagro fortuito que visualizan sus ojos diariamente.
Por eso hay que cuidarlo, y no lo estamos haciendo bien...
No olvidemos que el 2014 fue el año más caluroso en la historia reciente del planeta Tierra, enfatizando la tragedia mediática del Calentamiento Global, del Cambio Climático y del Efecto Invernadero.
Los osos polares ya no descansan tranquilos en sus paraísos invernales, porque tienen miedo de que el hielo ártico se siga derritiendo a pasos agigantados, gracias a las más de 35.000 millones de toneladas de CO2 que liberan las plantas de energía en el Mundo, para que el frío de antaño se convierta en el infierno de petróleo, gas y carbón.
El aceite de cocina que lanzamos por la cañería luego de preparar los alimentos, contamina los cuerpos de agua dulce y salada de nuestros pueblos. Más de 800 neurotóxicos químicos son utilizados en la fabricación de cosméticos y perfumes.
Dos tercios de la población mundial sufrirá desabastecimiento de agua en el 2025. 10 gotas de agua por minuto, representan 2000 litros de agua despilfarrada al año. Un bombillo incandescente que se enciende 5 horas diarias por espacio de un mes, equivale a 15.000 vatios de saturación eléctrica.
Es importante saber que los latinoamericanos estamos produciendo casi 1 kilo de basura a diario, por la cultura de consumo que se apodera del esclavizado prójimo. El 90% de la basura que permanece en los océanos deriva del plástico.
El 75% de las especies animales podrían extinguirse en los próximos 300 años. Para fabricar una tonelada de papel se emplean 17 árboles. Cada año se arrasan más de 14 millones de hectáreas de bosques nativos.
Cerca del 70% de los metales pesados que acaban en los vertederos de basura, provienen de la acumulación de aparatos electrónicos que desprenden sustancias químicas peligrosas para la salud, como el mercurio, el plomo, el cromo, el cadmio y el cobalto.
Se estima que para el 2030 la chatarra electrónica habrá crecido en un 50% a escala global, y lo peor es que la tendencia negativa seguirá incrementándose por el excesivo uso de dispositivos móviles, como teléfonos celulares, tablets PC y laptops.
Vemos que las flechas de cupido se clavan en el corazón roto de la Pachamama, quien llora con lágrimas de sangre la falta de amor en el planeta Tierra. Dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
No queremos que el amor por la Naturaleza continúe siendo un tema biodegradable para la sociedad. Asumir la tarea ecológica requiere del esfuerzo mancomunado libre de colores, ideologías o credos. Rechacemos los billetes del egoísmo, y valoremos una enseñanza de vida.
El romanticismo no debe nacer, crecer y morir el 22 de abril, el 14 de febrero o el 5 de junio, pues el planeta Tierra merece que todos los días te comprometas a respetarlo, cuidarlo y amarlo.

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